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Existen lugares en el mundo, por ejemplo en Australia, donde equipos de expertos recorren el país con el fin de grabar las diferentes voces de los aborígenes, cuya cultura no emplea la escritura, ante el temor de que desaparezcan. Aquí, los "expertos oficiales", trabajan para todo lo contrario: para ver si esa puñetera forma de hablar y de sentir que tienen los andaluces no se vuelve a oír más o, si se oye, que sea porque la hablan entre ellos (los jodíos), que ya se entenderán. Son maneras diferentes de tratar a una cultura, muy diferentes porque, como ya se sabe, los australianos se encuentran en nuestras antípodas.

Dicen las buenas lenguas que la enfermedad del nacionalismo se cura viajando. Pues bien, hagámosles caso, apliquemos el remedio: están ustedes invitados a conocer Andalucía. A usted, que nos comprende, para que ratifique que somos un pueblo abierto, humano, solidario, universal, sabio, acogedor, sin fronteras, .... y a usted, nacionalista de donde sea, que nos desprecia, que nos niega nuestra historia, nuestra lengua, nuestra cultura, a ver si, conociéndonos, recibe la influencia de un pueblo milenario, tolerante por naturaleza, que ha sabido abrir sus puertas a todo el que ha llamado a ellas.


jueves, 17 de octubre de 2013

"Mágico" Gonzalez: "poezo", mágico















CARLOS CARIÑO

Ha habido fenómenos en el mundo del fútbol que ensancharon su leyenda por mor de una vida extradeportiva peculiar, extravagante o desaliñada. Del talento al caos. Del arte a la bohemia; de la magia al desorden. José Manuel Moreno, el fenómeno argentino que iba sin dormir y borracho a los partidos y era el mejor; George Best, ‘el quinto Beatle’; Carlos Caszely, un maravilloso chileno que no llegó a más por su vida descolocada; Ortiz Aquino, un jugadorazo del mejor Espanyol y al que perdió la botella; Maradona, Darío Silva, Guti... Genios sobre la hierba y rebeldes sin causa en los terceros tiempos. Nos detenemos en el más genuino de todos: Mágico González. Introduciremos su increíble historia con una frase de Manuel Irigoyen, recordado presidente del Cádiz: “Si hubiera sido disciplinado, no habría venido al Cádiz. Estaría en el Real Madrid o en el Barcelona”. 

La primera vez que vimos jugar a semejante portento en España fue el 15 de junio de 1982. Estadio Martínez Valero de Elche, en el Campeonato del Mundo que se jugó en nuestro país al que El Salvador se había clasificado 12 años después de la ‘Guerra del Fútbol’ que enfrentó militarmente con Honduras, tras unas eliminatorias clasificatorias para el evento de México en 1970. El Salvador se medía a la entonces poderosa Hungría de Kiss, Fazekas, Nylasi, Torocsik y Toth. Los magiares ganaban por 5-0 con pasmosa facilidad. Pero resultaba llamativo el recital que daba el extremo izquierdo salvadoreño con sus greñas y sus medias a media pierna. Habilidad, regates, taconazos, túneles, amagos, desmarques... ¡Cinco húngaros le vigilaban! La jugada del 5-1 está considerada como una de las más brillantes de la historia. En un palmo de terreno, González se fue de media Hungría y su centro fue rematado por Ramírez. Era el 5-1 que los centroamericanos celebraron como si fuera el gol de la victoria. Hungría acabó ganando por 10-1, en lo que sigue siendo la mayor goleada en toda la historia de los Mundiales. De aquella Selección de El Salvador además de Jorge González, Mágico en adelante, destacaba Huezo Montoya, que fichó por el Palencia, y Jaime Rodríguez, apodado ‘La Chelona’, que hoy es Ministro de Deportes.


 
Jorge era el menor de ocho hermanos integrante de una familia humilde que sobrevivía como podía en unos años donde la guerrilla del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (hoy partido político) castigaba al gobierno dictatorial de la época. Tras dar sus primeras patadas en el ANTEL y en el Independiente de San Vicente, pasó al FAS de Santa Ana, el equipo más importante del país. Tras una exhibición futbolística, el comentarista deportivo Rosalío Hernández Coronado le bautizó como ‘El Mago’. Para los restos. Ya su llegada a Europa tuvo miga, Le quería el Atlético de Madrid, pero le fichó el París Saint Germain. El Mago, directamente no se presentó porque “París estaba muy lejos”. Camilo Liz, secretario técnico del Cádiz, previo pago de siete millones de pesetas, se lo trajo para la Tacita de Plata. Su superioridad sobre el terreno de juego era directamente proporcional a su poco amor por la disciplina. “Reconozco que no soy un santo y que las ganas de juerga no me las quita ni mi madre. No me gusta tomarme el fútbol como un trabajo. Sólo juego para divertirme”. Declaración de intenciones.

Aquel Trofeo Carranza.

La ‘torcida amarilla’ descubrió al mito en una semifinal del Trofeo
Ramón de Carranza, en la que el Cádiz se enfrentaba al Barcelona. Mágico llegó tarde al partido, en lo que sería la característica de su carrera en activo, y empezó el encuentro desde el banquillo. Cuando los azulgrana ganaban por 0-3, el crack salvadoreño saltó al terreno de juego, marcó dos tantos, dio dos maravillosos pases de gol y el Submarino Amarillo se clasificó para la final ganando al Barça (4-3). El estadio se caía rendido a semejante manantial de arte.

Con el Barça de D10s.

En 1984, el Cádiz descendió a Segunda. El Barcelona se interesó en el
fichaje de Mágico González. En aquellos años, el equipo presidido por José Luis Núñez negociaba el traspaso de Maradona al Nápoles. El Pelusa había sido sancionado tras aquella recordada tangana de la final de Copa contra el Athletic, donde pegó y también le sacudieron. Su vida personal no era precisamente ejemplar. Mágico era observado como una posible alternativa para el crack argentino. Por eso se lo llevó de gira por Estados Unidos. La cosa empezó torcida. Se fueron a buscarle para recogerle porque su avión salía de Sevilla a las cinco de la mañana. “¿A las cinco? Pero si a esa hora no me he acostado”... El Barça finalmente no le contrató. Cuentan que la culpa la tuvo un incidente en un hotel. Se activó la alarma de incendios y Mágico González fue el único futbolista que permaneció en la habitación porque estaba acompañado de una bella californiana y “no era cuestión de dejar a medias lo que acababa de comenzar”. Nunca congenió con Maradona. Reñían en talento y arte. Mas Maradona era egocéntrico y González, no. Nunca fueron amigos. Ni siquiera se admiraron.

Sin pasar por la escuela. 


El Mago convivió con su fama de vividor y juerguista allá donde estuvo. Comprendió a a regañadientes que los periodistas siempre le interrogasen a propósito de su disoluta vida privada: “No me molesta, y además lo comprendo, lo entiendo. Es una manera que me ofrecen para pensar si en un momento dado hubieses sido,... si hubieses, si hubieses. Un tal vez, ¿no? Siempre que estuve en Cádiz la gente, los medios, me hacían esta pregunta: ¿Por qué Mágico no pretende algo más? ¿Por qué pudiendo tener todos los dineros del mundo por medio del fútbol, por qué pudiendo haber estado en un par de clubes grandes, siempre sigo estando allí? No me molesta, porque yo nunca quise hacerle daño a nadie, siempre quise dar lo mejor de mí. Para mí estar en Cádiz fue como ir a la Universidad sin antes pasar por una escuela. No quiero menospreciar a mi pueblo en lo futbolístico, pero aquí nos hacíamos jugadores de fútbol en terrenos baldíos, en plena calle, no teníamos profesores, no teníamos orientación. Yo me siento bien, y si hubiera actuado de otra manera, ya no sería yo, no sería Mágico. Habría sido el que la gente quisiese, pero yo estoy bien como estoy, en una casa sencilla, humilde, ni de ricachón, pero tampoco de pobretón”.Se consideraba un genio: “A cada cual Dios nos da una cualidad”. Jamás en su vida leyó un periódico. Sí, sí, ustedes dirán:" Eso dicen todos los futbolistas”, pero en su caso era real como la vida misma. Sólo leía publicaciones relacionadas con el Más Allá porque se consideraba “de otro mundo”. Para que lo entiendan, era más fan del doctor Jiménez del Oso que de José María García. Como diría el cantante Francisco, era “bohemio, con la mirada de un loco risueño”. Esto contaba en AS en verano de 2004: “De mí se decía que era un bohemio, pero pienso que lo hacían porque me encanta la noche, porque me encantaba soñar, por mi filosofía de vida o porque me gustaba ser original tal vez. Siempre lo he dado todo de mí, sin importunar a nadie. Soy feliz así. Todavía puedo serle útil a la sociedad, a los niños, al fútbol". “Reconozco que no soy un santo y que las ganas de juerga no me las quita ni mi madre”, solía decir

David Vidal: amor, odio... 



David Vidal coincidió con el Mago durante ocho años, entre 1982 y
1990, cinco como segundo entrenador y tres al frente del banquillo del Cádiz. Trató de mantenerle en vereda, porque no le gustaba entrenarse, y era capaz de estar una semana sin aparecer por los entrenamientos, con lo que el técnico gallego daba la convocatoria sin contar con su estrella. Un día el afectado le rebatió. Y para demostrárselo sacó un paquete de Winston y se puso a dar toques malabares con la puntera, el empeine y el tacón. ¡Cincuenta sin que el sufrido paquete cayera al suelo! Tras dejar a todos boquiabiertos, se marchó con un “¡ahí te quedas!”.

 
Vidal contaba con pelos y señales las noches que se iba a buscarle por esos bares de Dios y como Mágico se escondía detrás de unas cortinas, en la cabina del disc-jockey o, con la complicidad de los empleados, se escapaba por la puerta de atrás de los lugares que frecuentaba. Hugo Vaca, excompañero y uno de sus mejores amigos, sostiene que el entrenador que mejor supo llevarle fue Víctor Espárrago: “Porque le trató como una persona”. Durante un año, su compañero de correrías fue Onésimo (actual entrenador del Murcia), que fue cedido un año al Cádiz por el Valladolid: “El Mago y yo la vamos a liar”, dijo en el momento de su incorporación. ¡Vaya si la liaron!

Contaba Vidal que solía echarle broncas para tratar de enderezar su carrera. “¡Con el talento que usted tiene, y lo está desperdiciando! ¿Qué va a hacer cuando se retire del fútbol?”. Su respuesta le dejó atónito: “Mi ilusión es ser conductor de autobuses”.

Escuela de niños.

En la falda del estadio Cuscatlán, el más grande del país, con una
capacidad de 55.000 espectadores y donde Mágico dio sus primeras y sus últimas patadas como futbolista, se encuentra un pequeño campo de fútbol, con el césped casi virgen, y con cerca de un centenar de niños con la vestimenta del Cádiz haciendo ejercicios de calentamiento. Una reedición de cualquier jornada de entrenamiento de los niños en la escuela de Michael Robinson, sólo que a miles de kilómetros de distancia y bajo clima tropical. “Chicos, ya saben, estudien mucho y jueguen al fútbol”, les aconseja Mágico González. No deja a nadie sin saludar, y atiende con una sonrisa a todas las madres que, de forma apresurada, le piden uno, dos y hasta veinte autógrafos. No era habitual en aquellos tiempos verle en la escuela. Jorge lo lamentaba. “Este proyecto nace desde mis hermanos, pero la verdad es que yo pocas veces les apoyo. Soy bobo y tonto en este sentido. Se sabe que tengo mis defectos, y éste es uno de ellos. Ellos me dicen que me acerque y que los apoye, pero no lo hago con la frecuencia que merecen estos niños”. Exigió no cobrar ni un duro a cambio de que llevase su nombre. Así era el Mago.

Durante su etapa como jugador era frecuente verle con importantes
cantidades de dinero en su bolsillo. Veía a un niño y le daba 500 pesetas. En San Salvador más de una vez se le ha visto quitarse los zapatos para dárselos a un pobre que sufría porque andaba descalzo. Al Mago no le importaba caminar sin calzado; lo que hiciera falta.

Una vida para el cine.

Manuel Jiménez Núñez es un productor cinematográfico malagueño
que rodó un corto sobre la vida de Mágico González con el que se llevó un premio en el 41º Festival Internacional de Cine de Huesca. Ya lo hicieron el pasado año con ‘La aldea perdida. El lado oscuro’ y esta edición repiten. Esta vez, con el Premio Especial del Jurado al mejor cortometraje documental iberoamericano por ‘Proyecto Mágico’, la cinta dirigida por Manuel Jiménez Núñez que el pasado año inauguraba la muestra cinematográfica Alcances y hace apenas dos meses se presentaba en el Festival de Málaga-Cine Español, y en la que los malagueños siguen el rastro del famoso futbolista salvadoreño Mágico González. Pero lo hacen, no a través de sus mejores jugadas, sino del poso que ha dejado en los aficionados. Especialmente en Cádiz, donde el deportista encajó a la perfección. Ese carácter mítico sigue habitando en las antiguas tabernas, y hasta allí se fue Jiménez Núñez y su equipo de ‘Yolaperdono’, en busca de la huella de aquella leyenda deportiva. “Podíamos haber escogido a cualquier otro personaje del deporte como Maradona o hasta Darío Silva, pero pensamos en Mágico por el recuerdo que ha dejado entre los aficionados. Muchas de las cosas que se cuentan sobre él son exageraciones, no son verdad, pero la gente tiene el recuerdo de un genio único. Es asombroso. Gente que no le ha visto jugar todavía le idolatra".

Son muchas las anécdotas que se cuentan sobre él y no todas son verdad. Es famosa la de un mayordomo (sí, sí, un mayordomo) que le frotaba la espalda mientras se encontraba en la bañera. Pero el Mago siempre se revolvió cuando
se escribió que estaba trabajando como taxista en Nueva York. Sí es verdad que el mayordomo le acompañó hasta Valladolid, en un fichaje rocambolesco y donde lo primero que dijo a su llegada a la capital. Exigió por contrato no cobrar ni un duro a cambio de que su escuela de fútbol en El Salvador llevase su nombre castellana fue “tengo mucho frío y mucho sueño”.

Es famosa la anécdota de aquel partido contra el Atlético de Madrid: durante el descanso le estaban dando una sesión de masaje. Y en el comienzo de la segunda mitad, el Cádiz saltó al terreno de juego...con sólo 10 jugadores. ¡Faltaba el Mago, que se había quedado dormido! En otra ocasión fue sorprendido en una de estas sesiones en un acto más individual...

Pero su arte traspasaba fronteras. En un partido contra el Racing de Santander marcó un gol desde el centro del campo a Pedro Alba. El meta cántabro salió corriendo a su encuentro como un poseso... Para felicitarle por la obra de arte que acababa de firmar.

Mágico González, a sus 55 años, vive como jugó. Tiene un hijo con su actual pareja y otros 10 fruto de otras relaciones. Actualmente es el embajador de la Selección Sub-20 de El Salvador. Pero no acudió a la reciente cita mundialista de la categoría. El genio anda melancólico al recordar duras circunstancias familiares a lo largo de su vida que ahora no es el caso sacar a la luz. El Cádiz quiere que sea, de nuevo, imagen en su campaña de captación de abonados. ¡Es increíble! Gente de 20 años que no le ha visto jugar le tiene como una leyenda, referente del cadismo e imagen de un tiempo inolvidable.

En Cádiz no le olvidan.

Quien esto escribe se remonta a la temporada 1988-1989. El Cádiz
había sellado una de las permanencias más heroicas de todos los tiempos. Se había salvado del descenso, y con una jornada de antelación gracias a que ganó en Tenerife (0-1) sin tirar a puerta. El gol lo había marcado Manolo Hierro en propia puerta. El partido final contra el Celta (1-0, gol de Manolito) fue una fiesta. La plantilla se fue a celebrarlo al restaurante Viena, en el corazón del incomparable Paseo Marítimo. El Mago se me acercó. Extendió su mano y me dijo: “Hola, no nos han presentado. Soy Mágico González”. Chico Linares, Hugo Vaca, Arteaga y Manolito, testigos de la escena, estaban tirados de risa, y yo, un pipiolo que empezaba en esta profesión, rojo de rubor. Pero a lo que íbamos. Mágico desea volver. ¡Cádiz es su segunda casa! “Hugo, búscame un coche que quiero estar allí unos días y deseo ver la tumba de Rovira (mítico masajista), Ramón Blanco (entrenador y amigo) y Manuel Irigoyen (presidente que le fichó, le adoró, le abroncó y le comprendió)”... Resulta increíble el tirón que tiene el Mago. Una leyenda. 

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